Parece que el martes se complica. No podré ir a verte si como dicen trae nieve la borrasca.
Ayer madrugué demasiado y pude ver, marrones y plateados, cómo salían volando los campos arados. Como teselas de un mosaico quebrado los cernícalos levantan el vuelo a mi paso. El ruido del coche les pone en alerta y si no fuera por la costumbre, el trampantojo dejaría de serlo y tal cual parecería que la tierra levanta el vuelo hacia destinos mejores. Me salió un ay ante la belleza. Tanta.
Cuando subo la cuesta hacia la tierra de lobos siempre me acuerdo de aquella Pepa Pig fucsia y brillante que amaneció dormida en una finca a la derecha. Pensé en que el helio la habría dejado exhausta y que por eso cayó rendida entre el girasol recién sembrado, como quien decide dormir al abrigo de la calma y el rumor del agua. Descansaba cerca de la riguera. De regreso ya no estaba.
Ayer, mientras esperaba en la ciudad, las hojas tapaban la acera. Mojadas y brillantes, amarillas, naranjas, marrones. Superpuestas, a ratos amontonadas, pisoteadas. Un matrimonio mayor caminaba delante, agarrados por el brazo él tanteaba las hojas con la cachava. Ella decía “qué buscas si aquí no hay setas, ni castañas, ni nada, ya no estamos en el pueblo”, y él dijo “es la mierda de los perros lo que me preocupa, que la pises y resbales y te caigas”. Los dos rieron y siguieron avanzando despacio. La ciudad lleva dentro sus pueblos, os pongáis como os pongáis, te pongas como te pongas.
Aparqué bajo los árboles y tres hojas se han venido conmigo hasta casa. Una pegada en el parabrisas delantero arriba izquierda, otras dos en el de atrás centro derecha. Todo se mueve y migra. Nadie sabrá que esas hojas son urbanas, nadie sabrá qué fragilidad consistente nos une y nos separa. Continuamente.
Hace diez minutos que esto es una emergencia nuclear, esto es una emergencia nuclear. No salgan de casa, no coman ni beban nada. Es una prueba del sistema de megafonía de emergencias. Esto es una emergencia nuclear. No salgan de casa, no coman ni beban nada. Esto es una emergencia nuclear.
Oír mucho debe de ser como no oír nada.
